Transcripción y edición de Eliana Dávila
Abdón Senén Suárez Hernández, nombre que según él su familia lo sacó de los viejos almanaques que venían de España, nació el 30 de julio de 1922 en Manguito, Matanzas, pequeño pueblito con centrales azucareros a su alrededor, como el Central Araujo, el Porfuerza y el Mercedes, entre otros. Hijo de Hilario y Lorenza, familia muy humilde y extremadamente pobre, vivían en una casa con piso de tierra donde la luz eléctrica no existía.
Su padre, un gran hombre, carpintero del Central Araujo, fue barbero, además de realizar otros oficios en las décadas del 20 al 30 para poder sostener a su familia. Muchas veces hacían una sola comida al día.
Senén tenía dos hermanas: Fredy y Elsa. Todos estudiaron, a pesar de los tiempos difíciles del gobierno de Gerardo Machado.
Su madre siempre se las agenciaba para que fueran limpios a la escuela, y cuando llegaba el invierno casi no tenían con qué abrigarse. Recuerda el día que tuvo que abandonar la escuela porque temblaba mucho de frío.
Hilario, su padre, fue un hombre muy alegre y divertido a pesar de la pobreza; le gustaba mucho cantar y aunque no fue un gran poeta repentista, siempre estaba improvisando versos.
El lugar exacto donde nació este gran músico fue en la calle Colón, pueblo de Manguito, de cuatro o cinco cuadras solamente, término municipal de Calimete. Al lado de su casa ensayaba todos los días el conjunto Aurora. Era la época del Septeto Habanero.
Aquellos ensayos influyeron mucho en Senén, y como no tenía otra cosa que hacer, no se perdía ninguno, de tal manera fue aprendiendo todo el repertorio. Ensayaban día a día y tocaban de tres a cuatro veces al año, porque así era en aquellos tiempos.
Recuerda el nombre de todos sus integrantes. Uno de ellos, Sabino Peñalver, se hizo muy amigo de él, y al ver su gran interés por la música, le enseñó a ponerle las cuerdas a un tres pequeñito, que un pariente le vendió por unos centavos. Lo ayudó a encordarlo, afinarlo, y también a tocar bastantes acordes.
Así fue como se fue inclinando por la música. Llegó el momento que aprendió tanto, que en ocasiones lo llevaban a los bailes como segundo trecero y le daban dos o tres pesetas.
Sabino Peñalver, su maestro, tiempo después se hizo famoso en La Habana como el contrabajista de Chapotìn, era el que marcaba el tiempo. Tocó tan bien el contrabajo que fue reconocido por Urfé debido a una excelente interpretación que realizó, pues Sabino se sabía de memoria todos los arreglos difíciles de Lilí Martínez.
Cuenta Senén que en cierta ocasión vinieron unos guajiritos a contratarlo para un baile --él tendría unos diez o doce años--, y cuando preguntó cuántos músicos iban, la respuesta fue que era él solo, el resto ellos lo ponían, refiriéndose al bongó, marímbula, maracas y claves. Habló con su mamá y le respondió que solo no podía ir, por lo que recurrió a un tío que estaba en baja económicamente, quien aceptó en acompañarlo.
Como a las dos de la tarde de un sábado, fueron a buscarlo a la casa. Empezaron a caminar por dentro de la montaña y como a las 10:00 ó 10: 30 toda la gente que estaba en el baile comenzó a gritar «llegó la orquesta», y estaba él solo. Asombrado, preguntó cuál era la orquesta, y le respondieron que era él. Estuvo en apuros porque se trataba de una «tanda», y en el receso se quedó dormido en las piernas de su tío a causa del cansancio. Cuando los bailadores comenzaban a gritar música, música, su tío le decía, ve, lávate la cara para que hagas la otra.
Al final de los años 20 Hilario, el padre de Senén, comenzó a administrar en el tiempo muerto una finca de un primo que estaba enfermo, ubicada entre Jagüey Grande y Manguito, zona que le llamaban La Montaña.
Senén visitaba esta finca los fines de semana porque le gustaba mucho el campo. Sus vacaciones las pasaba completas junto a otros primos que vivían allí. Se trataba de una familia grande. Allí había un sextetico y también un fonógrafo con algunos discos del Septeto Habanero. Pasaban las noches tocando con aquel sexteto y Senén les enseñaba algunas cosas nuevas, pues él estaba al día de lo último que había en la música.
Pasaron los años, y más o menos en 1932, cuando tenía diez años, comenzó a tocar el tres con la orquesta Los Hermanos Valladares. Ellos manejaban todos los instrumentos bastante bien: eran músicos de papel, menos Senén, que se aprendía los danzones con mucha facilidad y hacía la parte que tenía que hacer, con su tres supliendo al piano.
Está orquesta llegó a tener mucho renombre, y cuando tenían una actividad importante llamaban al joven pianista Dámaso Pérez Prado para que tocara el piano, parte que sustituía Senén con el tres. En aquel momento no tenía amistad con Pérez Prado hasta que tiempo después se encontraron en La Habana.
Por los años 30 Senén comenzó a tocar la guitarra y el tres: una guitarra que le prestaban, con las cuerdas a la derecha. Formó un trío y se presentó en la Corte Suprema del Arte en La Habana en 1939 y se llevaron el premio. No pudieron sostenerse como trío porque lo que pagaban era muy poco. Veinte pesos para cada uno; nadie vivía con eso en la capital, por lo que toda la familia tuvo que regresar al campo, menos sus hermanas, que se quedaron trabajando, una haciendo propaganda de la Cerveza Cristal y otra estudiando mecanografía.
A su regreso al campo, fue para el central donde trabajaba su papá, y con la ayuda de un primo se hizo mecánico dental. Comenzó a laborar en su clínica, pero nunca dejó de tocar con el trío en algunas actividades.
Su papá hizo un conjuntico de muchachos. Dada su habilidad como carpintero, confeccionó unos bongoes. Así se hizo, siendo un niño, de un sextetito, y pasado el tiempo, en 1940, viajó nuevamente a La Habana para no irse más.
Los años 40, dice el maestro, fueron muy brillantes para la música cubana y muy difíciles para muchos, entre ellos él, que buscaba nuevos horizontes. En ese tiempo surgieron los conjuntos de Arsenio Rodríguez y el conocido Casino, y también la aparición de un cantante diminuto, bajito, delgadito, con mucha chispa, llamado Orlando Guerra, Cascarita. Fue la sensación de esa época.
Cascarita vino de Camagüey, y empezó a cantar con la Orquesta Casino de la playa en un programa estelar de la CMQ que fue muy famoso. Grabó con la RCA Víctor. Tenía un número de su autoría: Mi Bumbané, que gustó mucho. También incursionó en el cine.
Senén no dejó nunca de componer, siempre estaba trabajando y a la vez actuando. Así llegaron los años 40. Dormía en un carro viejo que siempre estaba en el garaje de un pariente que trabajaba como cuidador. Con mucha fe y con la guitarra en la mano se fue introduciendo poco a poco en ese controvertido mundo de la música.
Conoció por coincidencia en el barrio de Atarés al barbero Luisito Pla, quien un día, mientras lo pelaba, le comentó que le hacía falta un trecero, a lo que Senén le respondió automáticamente que él era trecero. Luisito le propuso hacerle unas pruebas y le dio una dirección para que se presentara a las mismas.
Estaba preparado para este tipo de trabajo y se mantuvo con Luisito Pla tres años. Hicieron una excursión por todo el país con Aidita Artiga y gustaron mucho; al final resultaron ser parientes.
Al regreso decidió separarse de Luisito por contradicciones que tenían ambos y se unió a Tony Tejera y Gerardo Pedroso, en un nuevo trío llamado Caunabó, y por los años 1943 ó 1944 acompañaron a Rosario Durcal, una cantante de la compañía Cabalgata. Con ella trabajaron en la RHC Cadena Azul. En esa misma época formó el Conjunto Colonial junto a Nelo Sosa y Carlos Faxas.
Estando ahí les contrata el puertorriqueño Celso Vega, trompeta y Amado Trinidad le dice de formar un quinteto, nombrándolo el “Quinteto de Celso Vega” con Senén, guitarra prima; Tony, guitarra acompañante, Vallejo, Roberto Valdés, contrabajo y Celso Vega. Ya no contaban con Pedroso. Así se fueron encausando poco a poco.
Celso se fue para Nueva York, y Ñico Saquito, que ya conocía del trabajo, no quiso disolver el quinteto y comenzó a grabar con la RCA Víctor, con el nombre Los Guaracheros de Oriente, grabaciones que Senén no pudo escuchar, pues sólo le decían quedó bien y punto, porque los estudios se alquilaban por tiempo. Las vino a oír en el 2000.
Fueron tiempos muy difíciles, te acostabas perteneciendo a una agrupación y amanecías con otra, pero igualmente fue importante, porque surgieron autores y magníficas obras aprovechadas por la radio. La RHC competía con la CMQ.
Después de toda esta odisea de los 40 llega el año 1948 y Ernesto Grenet, que tenía un conjunto en Tropicana, busca a Senén para que trabaje con él. Fue una de las mejores plazas del momento. Como ya había pasado muchas dificultades y no veía asomo de mejoras se une a Grenet. Se reencuentra con Vallejo y conoce a Estanislao Sureda Hernández, Laíto. Aquí empieza a cambiar la vida de este gran músico, aquí comenzó a aprender lo que era un conjunto.
Tropicana fue una prueba muy importante para él. Conoció a grandes valores internacionales, y Grenet fue un magnífico director. Le enseñó muchísimo, era muy exigente y a la vez muy buen director. Si uno se enfermaba y él comprobaba que en realidad era cierto, le pagaba el día aunque no lo trabajara.
Estas cosas las fue aprendiendo Senén de Grenet, con el que trabajó de 1948 a 1950; juntos grabaron infinidades de números cantando Vallejo los boleros, Laíto las guarachas y Senén haciendo la voz de segunda.
Viajaron a Venezuela, y al regreso, como ya no estaban en Tropicana, Grenet le comenta que no va a seguir en la música, que era propietario de una tintorería a la que se iba a dedicar, y le deja el conjunto.
Comenzaron a ensayar: Panchito Bejerano en el bongó, Raúl Fundora (nuevo en el conjunto), Laíto Sureda, voz, Juanito Blachova, piano, Raimat, bajo, Alfonso Fleitas, Oscar Martínez y Joseíto Betancourt, la trompeta, y Palau en la tumbadora. Se aumenta el conjunto de nueve miembros a diez.
Estando con Grenet, Laíto y Vallejo acompañaron a Rita Montaner haciéndole coros. Rita les enseñaba en su casa cómo quería los mismos. También compartieron escenario con figuras como Arsenio, Paulina, Vallejo y Libertad Lamarque.
Senén junto a Grenet aprendió el arte de dirigir; es difícil acoplar todos los sentimientos de los músicos, que pueden ser volubles. Aprendió también lo que es la disciplina y el respeto al público. Grenet se destacó como un gran músico, y aunque como compositor no fue muy prolífero, sí algunos de sus números, como su gran creación Drume negrita.
El grupo debuta el 14 de diciembre de 1950 en el Río Club, un cabaret que estaba en las márgenes del río Almendares. Su director artístico era Eddy Léster. A los dos meses de estar trabajando allí se da cuenta de que no le daban mucha publicidad al cabaret. La dirección de Tropicana visitó el lugar y vio al antiguo Conjunto de Grenet, que gustaba mucho en Tropicana, y que ahora llevaba el nombre de Conjunto de Senén Suárez, y le propuso regresar.
Como Senén ya comprendía que Río Club iba hacia el fracaso, porque no se le hizo propaganda alguna, acepta, y a los dos meses aproximadamente debutan en Tropicana. Tuvo un gran éxito porque el grupo había ensayado con rigor.
Fleitas en la trompeta era maravilloso, estaba muy bien inspirado, y Blachova en el piano era lo máximo.
En el 1952 se acercó Jesús Goris, Puchito, a Senén y le preguntó si quería grabar. Ya lo había hecho con Grenet, pero no con esta nueva agrupación que llevaba su nombre. Aceptó la propuesta pero el único inconveniente era que no había dinero: entraron en negociación. Al final todos los músicos decidieron grabar pagándole al conjunto dos centavos por cada disco que se vendiera.
En la calle Estévez No. 4, en una estación vieja que se llamaba CMCJ, el conjunto grabó sus dos primeros números: Guaguancó callejero, que lo cantaban Laíto, Senén y Fundora, y por la otra cara del disco el bolero Yo te perdono, interpretado por Senén y Laíto.
Este número gustó tanto, que en cierta ocasión Arsenio Rodríguez lo interceptó en Radio Progreso y le preguntó si él era blanco o negro, porque había oído en Nueva York la grabación del Guaguancó callejero y había quedado muy bueno, señal que ya estaba caminando.
Al final el pago de Goris no fue de centavos, sino de $200 pesos, y se quedó con el resto para no estar sacando cuentas: fue su propuesta. Senén y sus músicos no pusieron objeción y siguieron grabando con él.
El conjunto tuvo mucho éxito en Tropicana: se tocaba de todo. Comenzaron a hacer televisión y radio. Trabajaron en Radio Salas, cuyo tema fue de ellos, y también en la RHC Cadena Azul.
Senén pagaba los arreglos a las editoras que se dedicaban a este trabajo, a cinco, cuatro, tres y hasta dos pesos, y el repertorio siempre estaba al día. En Tropicana le mandaron a poner cuatro violines y una flauta: llegaron a ser quince músicos. En una ocasión Rafael Ortega, esposo de Paulina Álvarez, notó que había problemas en los violines, y cuando Senén fue a dar una idea, pues tenía mucha facilidad para montar voces, Ortega le requirió diciéndole que no opinara, pues él no sabía música, pero como Senén era el director, le dijo que sí, que estaba en lo cierto, pero le recordó que él era el director y que si lo deseaba recogía el violín y se marchaba. Al final el conflicto se resolvió.
Esta situación no lo dejó dormir. A partir de ese momento comenzó a estudiar solfeo de siete a ocho horas diarias; se convirtió en una obsesión. Después estudió armonía. Sus maestros fueron Francisco Bocalandro, Cuesta y Marín. Se esforzó todo lo que pudo, y al cabo de seis o siete meses de estar estudiando música todos los arreglos que se tocaban en la orquesta eran de Senén. Ya tenía unos treinta años y estaba casado.
En 1953 estos estudios le vinieron muy bien porque hubo un auge del cha cha cha y la dirección de Tropicana le exigió interpretarlo con su conjunto de son, tarea algo complicada para un músico empírico como él, pero como la música la llevaba bien adentro, venció el reto.
En ese período la orquesta realizó muchos trabajos, y grabaron para la Víctor y para varias compañías de discos. En el mismo año 1953 Laíto se fue para la Sonora y entró a la orquesta Planas, Miguel Hernández y Tony Smith. Paulina Álvarez estuvo con Senén como dos años.
En 1958 la situación económica y social se agravaba y la orquesta Riverside, agrupación suplente de Tropicana de las Orquesta de Armando Romeu y de la del propio Senén, estaba amenazando disolverse y le ofrecieron a Senén que pasara a suplir por este motivo. Decidió hablar con sus músicos, quienes no estuvieron de acuerdo con la propuesta, pues llevaban muchos años fijos para pasar a esa otra categoría. Escogieron una decisión valiente y no aceptaron, por tal motivo el conjunto quedó en la calle y sin trabajo
A los cuatro o cinco meses no había baile, no había nada, cada cual tomó su rumbo, y ante esta situación Senén decidió formar un cuarteto con Edelia Ferrer, Paquito Echevarría, Franka, el flaco Nelson y él con la guitarra eléctrica. Se fueron para Sans Souci a tocar en el bar.
Los trabajos no eran muy estables, duraban a lo sumo de uno a dos meses. Después pasaron al Hotel Deauville y Hotel St. Johns, entre otros. Estando en el St. Johns, triunfa la Revolución y comienzan en el Club La Red con Laíto de cantante.
Estando en La Red entró Portillo Scull, año 1959 a 1960. Entre Portillo y Laíto se tocaba la tumbadora, pues no había plaza, eran sólo cuatro. Portillo cantaba boleros; tenía una voz fresca, muy grave y la dominaba muy bien.
En La Red estuvieron trabajando un tiempo y después pasaron al Salón Rojo del Hotel Capri. Estando ahí se ausentaron para grabar un longplay con Portillo. Se aumenta el combo con Varona, Armandito Armenteros, el Indio, un saxofonista que no recuerda su nombre, el flaco Felipe en la batería y Mendoza en el piano. Las grabaciones quedaron excelentes. Una vez que terminaron de grabar, retornaron al Hotel Capri, pero sólo les aceptaban cuatro músicos, por lo que volvieron a ese formato.
El Salón Rojo era muy grande y el combo se veía pequeño, por lo que Senén se acerca a la dirección para ampliar la plantilla. Lo primero fue un tumbador para liberar a Portillo, y un pailero, que además tocaba la batería, y con esto cuenta Senén. Ya el combo estaba redondeado.
Hubo un hecho que marcó toda su vida artística y la de Portillo en el Salón Rojo: la cantidad de público que asistía a cada presentación para escuchar a Portillo cantar y a Senén hacer sus solos de guitarra. Portillo gustaba mucho, pero como no podía seguir cantando tres tandas de cuarenta y cinco minutos, Senén decide hacer solos de guitarra que posteriormente dieron lugar al surgimiento de los instrumentales en el grupo, como Un mundo para amar, La muchacha de la valija, Ser, entre otros.
Recuerda que diez o quince minutos antes de entrar al Salón, el público aplaudía según iban entrando; parecía un teatro.
En cierta ocasión le comentó a Portillo que estaba preocupado, pues el público cuando ellos estaban tocando no bailaba. En esos momentos alternaban con Pedro Justiz, César Sánchez, Carlos Farsa, Tico Álvarez, que llenaban la pista. Senén le propone a Portillo que cuando él estuviera con un instrumental preguntara a los asistentes por qué no se bailaba, para cambiar el repertorio, y la respuesta fue que cuando tocaba el combo simplemente estaban deleitándose con la música que escuchaban. Esto duró aproximadamente hasta 1966.
Laíto entra al grupo y le comenta a Senén que los bailables en la calle se estaban pagando bien y decidieron dejar el cabaret. Portillo tuvo un accidente en un brazo y no quiso seguir porque había que viajar por todo el país. Entró por él Reinaldo Vázquez.
En 1967 le hablan a Senén para participar en la EXPO 67 y realizar en barco el viaje Habana–Montreal, y así lo hicieron. Se prepararon y a mediados de año partieron hacia Montreal. En Montreal tocaron poco, debido al mal tiempo. Se incorporaron tarde, además les dijeron que debían pagar la entrada porque tenían pasaporte de turismo.
Ya en la Expo les orientaron que sacaran los instrumentos para un portal que había en la Feria y comenzaran a tocar ahí. Hubo muchos periodistas interesados en hacer preguntas a aquel grupo cubano que interpretaba La Guantanamera, cantada por Laíto con toda su alma.
Cuando terminaron llegaron dos policías y les dijeron que no podían seguir tocando. Recuerda que les decían no hablamos inglés, no entendemos, y ellos seguían tocando, porque había muchas personas disfrutando la presentación.
Finalmente guardaron sus instrumentos, les pagaron y se fueron para el local donde estaban alquilados. Se acostaron con las maletas listas para el regreso. A las dos de la madrugada llamaron a Senén para comunicarle que no se podían ir porque habían tenido mucha aceptación. A los músicos la idea no les fue nada agradable, pero aceptaron y estuvieron tres meses, hasta que llegó el relevo: Ramón Veloz y su grupo.
Llegaron a Cuba con algo que no conocían, la fama, esa que según Senén es como una mata de rosas: finas, lindas y con espinas, algo fugaz, que llega y que posiblemente no se alcance nunca, pero que cuando se alcanza no se tiene toda la vida, sólo por un tiempo. Como dice un dicho popular: «un rato para cada amor». Se es un tiempo famoso y después te quedas como una persona o grupo recordado, a veces menos conocido, y hasta olvidado, esa es la fama.
En 1969 el combo se desintegró, cada quien escogió diferente destino. Senén volvió a formar otra agrupación con distintos músicos. Muchas de sus obras fueron grabadas en Cuba y fuera de ella: Venezuela, Colombia, Nueva York, México.
Entre las agrupaciones y cantantes que lo han grabado están La Sonora Matancera, Celia Cruz, Nelson Pinedo, Carlos Argentino, Celio González y Bienvenido Granda.
Hay dos obras preferidas para el maestro: Eres sensacional, dedicada a su esposa, y Una equivocación, que escribió en los años 40. Pudo haber dedicado su vida a ser compositor porque tenía vocación para seguir esa línea. Nunca lo fue por encargo, todas sus composiciones tienen un motivo.
Fue el primero en grabar Adelí, Adelá de René H. Marrero, interpretó con Portillo Scull Canta lo sentimental y contribuyó a popularizar con los Guaracheros de Oriente Alborada, número de Celia Romero, cantado por el inmenso Orlando Vallejo.
Del resto de su música hay muchas conocidas y populares, como La esquina del movimiento, interpretada por Nelson Pinedo; Vayan vayende, Sandunguéate, Reina rumba, La sopa en botella, por Celia Cruz, y Soy campesino, por Benny Moré.
Esta última obra primero la llevó Senén a Roberto Faz, y la montó, pero al parecer no gustó mucho; más tarde se la entrega a Beny Moré, a quien un día se la cantó con su guitarra. En esa ocasión le preguntó al Benny por qué había cantado Lajas tan alto, y su respuesta fue que de esa forma siempre lo iban a recordar.
Varios días después, pasando por el Mercado Único, oye en una vitrola el final del número Soy campesino cantado por el Benny. Se acercó y volvió a echar una moneda y, en efecto, era la pieza Soy campesino. Se quedó admirado, pues sólo se la cantó una vez. Así comenzó la amistad con este gran cantante que el pueblo llamó «El Bárbaro del Ritmo».
La canción El león también fue un número muy popular, de gran aceptación.
Senén tuvo la dicha de conocer a grandes figuras: Arsenio, Celia Cruz, Nelo Sosa, Laíto, Cheo Marqueti, Joseíto Fernández, Carlos Embale, Cheo Junco, Tito Gómez, Roberto Faz, cantante muy popular este último, el cual dio curso e impulsó el feeling en la música popular bailable. Ejemplo: Quiéreme y verás, de José A. Méndez.
En 1970 graba con el nuevo grupo y en 1978 viaja a Angola, la antigua URSS, Nicaragua, Granada y Guinea. Casi siempre los viajes se hicieron en espera de un nuevo año, con la presencia del personal cubano que estaba laborando en estos países.
El período entre 1980 y 1982 fue difícil para la agrupación; ya contaban con dos trombones, que no eran ni pequeños ni grandes, pero con una calidad indiscutible. Trabajaban para el turismo en las Playas del Este de Cuba.
Después salieron a dar actividades en la calle, en lugares que nadie conocía ni siquiera por sus nombres, porque ya las mejores plazas las tenían las agrupaciones que estaban en el hit, y Senén y su grupo andaban de aquí para allá dando tumbos.
Recuerda las polémicas en los tiempos que tenía el combo y hacía los solos de guitarra. Las discusiones eran al rojo vivo, muchas veces entre estudiantes y profesores de música que decían que él no era académico, que no tenía estilo, que no había estudiado la guitarra correctamente, y estaban en lo cierto. Pero la verdad más grande y la más importante era que al pueblo y la gente que lo escuchaba, le gustaba lo que él interpretaba y en la forma que lo hacía, sobre todo sus instrumentales.
Grabó discos en el ICRT con sonido mono, sistema antiguo de grabación, picando el disco. No tuvo la suerte de tener buena reproducción de lo que se hacía, ni tenía una guitarra del otro mundo.
En 1985-1986 la Aragón le pide al flautista de su agrupación, René Lorente, porque conocía todo el repertorio de esta orquesta; no tuvo objeción, y entonces agregó al combo dos trombones. Pero como ya se sentía los años, se retira en 1988 y empieza a buscar en qué invertir su tiempo
Laíto se jubila también después de treinta y cinco años de labor junto a él, pero pasado el tiempo le habla para continuar trabajando, pues tenía un negocio en Colombia, pero Senén no estuvo interesado. Después estuvieron distanciados por largo tiempo.
Cierto día le mandó a pedir unos números para grabar. Senén le hizo los arreglos y se los entregó, lo que provocó que reanudaran la prolongada relación de amistad.
Desde que se jubiló no ha tocado más la guitarra; le gustaba mucho la eléctrica, aunque aprendió con guitarra española. Al salir de Tropicana estuvo como seis meses aprendiendo a sacarle sonidos a la eléctrica.
Decidió dedicarse a escribir. Se empeñó en buscar datos y fotos por largo tiempo y escribió el libro La raíces del son, para el cual recopiló ciento cinco grabaciones originales. Se dificultaba su edición, hasta que un día un señor, Jordy Pujoll, de la compañía Tumbao Clasic Records, le propuso realizar el trabajo mejorando la discografía; la amplió y la situó en tiempo, y finalmente logró ver el trabajo de casi siete años realizado.
Ya retirado, Ry Cooder, el hombre que revitalizó la música cubana de nuevo y formó el Buenavista Social Club, habló con él para que volviera a tocar su guitarra y hacer un CD. Se entrevistaron en la Egrem. Lo describe como una persona muy sencilla, de buen carácter; no hablaba español, pero tenía su traductora. En esa entrevístale maestro le explica que se sentía muy honrado con su ofrecimiento, pero que ya llevaba muchos años sin tocar la guitarra y no se encontraba en condiciones para prepararse en un mes y medio, como era la propuesta.
Senén siempre ha sabido dónde está la verdad en la música, don que le dio la naturaleza. Muchas veces cuando escucha a algunas agrupaciones, piensa: la idea es buena, suenan bien, pero no están en la verdad, están contra algo imposible, la música cubana.
Decide, con la calma de lo ya vivido, comenzar a escribir todas las experiencias transcurridas durante su vida musical, de las cuales hoy ya podemos leer casi 200 artículos publicados en el sitio de la cultura cubana Cubarte.
"http://www.cubarte.cult.cu/paginas/actualidad/autor.detalles.php?pid=240"