domingo, 12 de diciembre de 2010

Bartolomé Maximiliano Moré



                                          Autor: Senén Suárez Hernández | Fuente: CUBARTE 
Serían las once y treinta de la mañana cuando llegué al reparto La Cumbre, morada del “Bárbaro del ritmo”. Él se encontraba guitarra en mano tarareando Santa Isabel de las Lajas. Entonces fue que le dije: Creo que llegué en mala hora y el me contestó: Por nada compay, lo estoy esperando.¨


Así comenzó una amistad, la cual quedó para mis recuerdos.

Por los años 1940, yo vi en muchas ocasiones a un joven alto y delgado acompañado de dos guitarristas actuando en varias bodegas y restaurantes del centro de nuestra capital y lo que más me llega a la memoria fue uno de sus guitarristas, que le llamaban cariñosamente “La Pulga “. Su nombre era Enrique González Castillo y había creado varias obras de la trova, entre ellas la más popular fue “Así es la vida”.

Este simpático compositor mediría, aproximadamente, un metro y treinta centímetros. En 1944-45 a Miguel Matamoros se le presenta un contrato para actuar en México, y para esta ocasión conformó un conjunto con dos trompetas, piano, contrabajo, bongoes, el trío, más un cantante que resultó ser Bartolomé.

Los ensayos ser realizaban en la estación radial 1010, donde yo frecuentaba asiduamente

Antes de marchar para México Miguel grabó los siguientes temas musicales ¨Penicilina¨ de Abelardito Valdés, ¨La cazuelita de Gelasio Delis, Buenos hermanos¨, DR.¨ La reina del bohío¨ de Miguel Matamoros Mexicanita veracruzana de Rafael Enrizo, ¨Me la llevo¨ de Rafael Cueto, Seré dichoso, de Ramón Dorca, ¨¿Qué será eso?¨ de Delanchaux, ¨Ofrenda Criolla¨ de Guillermo Rodríguez Fife, y ¨Se va a morir¨, M. Matamoros, (Estos datos han sido tomados del libro Ofrenda Criolla del musicólogo José Reyes Fortun).

Me contaba el guitarrista y compositor Roberto Nodarse, quien estuvo varios años con un trío en México, que en ese país no interesaban muchos los tríos guaracheros y si los de repertorio románticos. Entonces la incógnita es: ¿Matamoros sabía eso o aumentó el grupo por intuición.?

Por aquellos tiempos el Sonero Mayor respondía al nombre de Bartolo y, a sugerencia de Rafael Cueto, sustituyó su nombre por El Benny.

Me contaba Ramón Dorca a su regreso de México, y quien a su vez se incorporó a mi grupo, que el Conjunto Matamoros después de triunfar una temporada en esa ciudad, Miguel decidió regresar a Cuba y para ello reunió a sus músicos y les dijo:
¨Nos vamos para Cuba, él que quiera viene conmigo y él que no, pues se queda bajo su responsabilidad¨.
Después de la situación planteada por Matamoros, cada músico tomó el camino deseado, unos se quedaron y otro se marcharon con Miguel. Entre los que se quedaron se encontraban Ramón Dorca y Benny More.

En el caso del Benny, parece, según me contaba un amigo, que el riguroso Sindicato de Músicos de México le dio luz verde pues comenzó a desarrollar una labor artística inmensa en el hermano país azteca, sólo comparable con la de Dámaso Pérez Prado. Trabajó en varias películas, teatros, radio y TV y grabó una considerable cantidad de obras musicales.

Pero, lo más interesante de este intérprete cubano, fue su labor como creador, resulta increíble las melodías desarrollada por su inspirada musa. Compuso obras tanto en México como en nuestro país, y resulta de interés para este comentarista mencionar algunas:
Mangolele
Desdichado.
Mamboleta.
El brujo de Trinidad
Bonito y sabroso
Compay seboruco.
Batiri.
El conde negro.
Buena bonita y barata
Se te cayó el tabaco.
Rumberos de ayer
Caricias cubanas.
Devuélveme el coco.
Perdí la fe.
Guajiro
No te atrevas.
Amor fingido.
Locas por el mambo
Ensalada de mambo
Ahora soy tan feliz
Mi saoco.
Dolor y perdón.
Dolor carabalí
De la rumba al cha cha chá
Santa Isabel de las Lajas
Cienfuegos
Que bueno baila usted
Mi amor fugas

Estas obras, grabadas en discos comerciales y muchas de ellas reproducidas en infinidad de veces, dan una idea de la profundidad que tienen las creaciones de este compositor que si no hubiera sido un genial intérprete, como compositor también su fama resultaría meritoria.

Yo vi por primera vez al Benny actuando en el cabaret La Cubana situado en Carretera Central y Avenida de Dolores. Como el tiempo pasa y la memoria puede traicionarnos, contacté con mi colega Oney Cumba el cual, me confirmó que también conoció al famoso intérprete en el mismo sitio.

Tengo en mi poder una fotografía de la banda del Beny realizando un programa de TV. Patrocinado por el ¨Arroz El Chino¨ con los siguientes músicos : Rolando Laserie ,( Paila) ), Luis El Pive (Trombón) Rigoberto Jiménez (Rabanito Trompeta ), Alfredo Almentero ( Chocolate Trompeta), Corbacho (Trompeta), René Aiyon (musiquito Sax), Roberto Barreto (Sax) Enrique Benítez ,El conde Negro (voz) , Santiago Peñalver (sax), Fernando Álvarez (voz y maracas) Ignacio Cabrera (pianista), más el Beny, el contrabajista y el tumbador no salieron en la foto--Al pie de la foto se lee. Primera Orquesta de Benny More año 1954.

A mediados de la década de 1950, la dirección del cabaret Tropicana se percató que después del segundo show los clientes se marchaban y el sitio se quedaba casi sin público, entonces, para poder equiparar esta situación, idearon contratar la banda del Benny para un tercer show que serían como a las dos de la madrugada. Bartolomé aceptó el contrato y el cabaret se mantenía con numeroso público.

El bárbaro del ritmo” fue un sobrenombre aplicado al sonero por el locutor Ibrahim Urbino, apodo que nunca le gustó al intérprete cubano.

Bartolomé Maximiliano, había grabado su magnifica obra Santa Isabel de las Lajas dedicada al pueblo donde nació el 24 de Agosto de 1919 en una tonalidad increíblemente alta y por tal motivo la cantaba relativamente poco.
Una noche, de aquellas memorables de Tropicana, un cliente de esos finalistas del cabaret, lanzó un grito y le dijo:¨!Benny, cántame Santa Isabel!¨ Nosotros que no nos perdíamos una sola actuación de él y de hecho él lo sabía, volteó la cabeza para nosotros y nos dijo no sé con qué c… Nosotros conocíamos que ya el más grande de los soneros cubanos se encontraba afectado de la voz producto de su incansable labor diaria, unido a las grabaciones, bailes y los continuados tragos de bebidas alcohólicas que lo iban minando poco a poco, le era imposible cantar esa obra en una tesitura tan alta. El cantor le contestó al señor cortésmente: ¨Mire amigo hoy no traje ese arreglo será en otra ocasión.¨

La naturaleza le pasa la cuenta a toda persona que maltrate su organismo al extremo que lo hizo nuestro entrañable colega, y que lo lamentaremos grandemente.

El fallecimiento de Bartolomé Maximiliano Moré, el 19 de febrero de 1963, a los 44 años de edad, resultó un duelo para nuestro sector artístico y para el pueblo en general que lo disfrutaba y lo quería.

Cuando lo velaron un corto tiempo en Prado y Virtudes, yo no pude ni acercarme a la acera del edificio de la cantidad de público que allí se concentraba.

Pero cuando más afligido me sentí fue cuando vi su entierro por TV en un documental de Santiago Álvarez, con la música de fondo del son montuno que él gentilmente me cantara ¨Soy campesino¨.

En el año 1968, Alberto Limonta, quien años atrás fuera administrador de la orquesta de Benny Moré, comenzó a trabajar con mi agrupación, y en uno de esos viajes que acostumbrábamos a realizar para el interior del país nos contó una anécdota sobre su estancia en aquella orquesta.

“Nosotros nos encontrábamos amenizando un baile en el pueblo natal del Benny -nos dijo Limonta –y cuando terminamos de actuar yo acudí a cobrar el precio de la actividad. Y justamente cuando salíamos del liceo de Santa Isabel de las Lajas se nos presentó una joven con una presencia deprimente con un niño en los brazos y otro en la mano. Ella se dirigió al Benny y le dijo: ¨¿Tú no me conoces Benny? El cantante le contestó: ¨ Pues chica no, no ,me acuerdo de ti.¨ y la muchacha le dice:
¨Benny yo fui tu novia cuando vivías aquí en Lajas¨. Tal parece, según comenta Limonta, que el Benny sí la reconoció y dirigiéndose al administrador le dijo: ¨Dale el dinero del baile¨. Comenta Limonta que se quedó lívido. ¨Mira Benny –le comentó Limonta — eso es mucho dinero vamos a darle cien pesos¨. Benny ripostó: ¨Dale los 900 pesos del baile y mañana resolvemos eso.¨ Entonces, Alberto, con un nudo en la garganta, metió la mano en el bolsillo y le dio el rollo de pesos del mencionado baile.

Me comentaba el delegado de la orquesta del Benny que, de regreso para la Habana, todos dormían como angelitos menos él que seguía con su nudo en la garganta.

Cuando llegaron a la capital con los claros del día, su señora le comentó. Alberto vas a bañarte y dormir, y le contesta: Bueno a bañarme sí, pero en cuanto termine de bañarme voy como un tiro para el reparto La Cumbre.
Temprano en la mañana, Limonta llegó a la casa del cantante que dormía plácidamente. ¨No lo llame, yo espero¨ le dijo a la señora del Benny que si se encontraba despierta, Me comentaba el colega que en la Cumbre esa mañana de domingo todos dormían, menos él, que no había pegado los ojos.

El Benny se levantó y le dijo: ¨¿Compay administrador, usted no duerme?¨’ Y él le contestó: ¨Imposible amigo Benny, tú sabes que hay que pagarle a los músicos que de seguro los tengo a todos en mi casa.¨ y el Benny le dijo: ¨Eso lo vamos a resolver enseguida, déjame tomar café y nos marchamos¨

Los dos tomaron el automóvil del cantante y se marcharon rumbo a la casa de Alipio García, dueño del AliBar. El Benny tocó la puerta de Alipio quien salió soñoliento y le dijo: ¨¿Qué te trae por aquí?¨. ¨Nada chico vengo a que me prestes 900 pesos.¨

¨¿Benny tú estas loco?, ¿cómo yo voy a tener esa cantidad de dinero en mi casa?¨ y Benny ripostó: ¨ Vamos al banco yo sé que tú lo tienes allí.¨ ¨Pero chico tú sabes que hoy es domingo¨
Limonta se alejó un poco y después llegó Benny con el dichoso dinero el cual hizo que se le destrabara el nudo de la garganta al preocupado delegado.

Comentaba en su relato el músico que cuando llegó a su casa se encontraba la orquesta en pleno sentada en la sala de su casa, esperándolo como se espera a un rey mago.

Nada…, cosas del impredecible e irrepetible Sonero Mayor de Cuba.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sexteto habanero, pionero del son

                                      Autor: Senén Suárez Hernández.     Fuente: CUBARTE




El sábado 14 de agosto compartí un programa de TV con la generación actual del Sexteto Habanero, y entonces recordé las horas de sueños que pasé estudiando la vida y obra de aquellos jóvenes que iniciaron tal faena.
Hurgar en los actos de una agrupación 70 años posteriores no resulta fácil, más aún cuando se trata de situaciones imprecisa, pero el deseo era decidido y pese a tropezar escollo tras escollo, al final comenzamos.
Ricardo Martínez era un santiaguero tresero, soñador y bohemio que irrumpió en la capital del país por el año 1910. Casi instalado en la capital comenzó a desandar con su tres por bares y cantinas buscando algo para desarrollarse en su mundo bastante estrecho.

Pero un día se encuentra con un jovencito llamado Gerardo Martínez Rivero, que cantaba a las mil maravillas, y surge una amistad llegando al acuerdo de conseguirse dos músicos más para crear un cuarteto. En tal caso, Gerardo conocía a Felipe Neri Cabrera Urquizar, maraquero y cantante de coro y a Guillermo Castillo García tocador de botija. Así, ya reunidos en 1918 forman el cuarteto Oriental, bajo la dirección de Ricardo Martínez, en esa unión estuvieron un período regular.

Pero el cuarteto como tal no funcionaba muy bien y es por ello que deciden aumentar el grupo a sexteto, pasando Guillermo Castillo para la guitarra y en su lugar entra Antonio Bacallao como tocador de botija. Felipe Neri sigue en las maracas, igualmente Oscar Sotolongo inicia la plaza de bongosero, mientras que Ricardo Martínez en el tres y Gerardo Martínez en las claves y voz solista. De esta forma queda constituido el Sexteto Típico Oriental.
En el año 1919 hubo discrepancia en la agrupación y Ricardo Martínez, el gran creador de las dos agrupaciones musicales, decide abandonar el sexteto y en su lugar entra el habanero Carlos Godínez Facenda, tresero de fina intuición musical. Ya para el año 1920 pasa Guillermo Castillo para la dirección del sexteto, el cual de hecho toma el nombre de Sexteto Habanero.

En 1920 el Habanero sale a luchar contra una buena cantidad de sextetos que se batían por la subsistencia en plena urbe, una ciudad empobrecida, plagada de politiqueros y de burgueses racistas los cuales menospreciaban la música que ejecutaban los sextetos que era el son.

No obstante, el Sexteto Habanero estaba apoyado en cuatro figuras que en el camino resultaron muy importantes e hicieron que el mismo fuera una de las agrupaciones más populares en Cuba, sus nombres: Guillermo Castillo García Habana (188?—1949), Felipe Neri Cabrera Urrutia Habana (1876-1936), Gerardo Martínez Rivero Habana (1906-1958) y Carlos Godinez Facenda Habana (1886—1952).

El Sexteto Habanero se presentó en varias competencias de agrupaciones saliendo airoso de ellas, en primer lugar por presentarse uniformados con un repertorio estelar, con un ajuste casi perfecto en su ritmo y en segundo lugar por tener un carisma del que carecían sus contrarios.

Ya en el año 1925 aparece la disquera Víctor directamente de Nueva York para grabarles a los jóvenes del Sexteto Habanero que brincaban de alegría, pues sabían lo que eso representaba. Antes de realizar estas grabaciones realizan cambios en la agrupación, Agustín Gutiérrez entra como un nuevo bongosero, es así que pasa a tocar el contrabajo Gerardo Martínez que continúa de solista e inspirador, entonces ingresa en la agrupación el Caruso de Cuba, Abelardo Barroso voz, que de inmediato graba en La Habana, el 29 de octubre de 1925, la primeras obra del Habanero como Maldita timidez, original de Carlos Valdés.

Así comienza un largo período de grabaciones que comienza en 1925 hasta el año 1931, graban temas que quedaron inmortales en la memoria del pueblo cubano y otros países del área lo mismo en La Habana que en Nueva York.

Los cuatros puntales de la agrupación: Castillo, Godines, Martínez y Neri, contribuyeron con sus obras soneras al engrandecimiento del Sexteto Habanero, igualmente sus voces se unieron magistralmente como una idea creadora y novicia, ningún sexteto de la época cantaban como ellos, su ritmo era sereno y contundente, así fueron calando posiciones definitivamente famosas.

Aportes en sones de los cuatro grande del sexteto habanero para su repertorio y discografía
Guillermo Castillo:
Cabo de guardia siento un tiro; Caballero silencio; Quisiera ser mi estrella; Tres lindas cubanas; Galán galán; Sexteto Habanero; Errante por el mundo; A Portugal muchachos; Pa, cantón; Eres mi lira armoniosa; Amparo; De la boca al corazón; Las penas mías; La malla de un traicionero; Mi tres, mi clave y mi bongo.

Felipe Neri Cabrera:
Son las dos china; Como está Miguel;, Pájaro lindo; India Inglesa; Africana; Criolla carabalí; Mi guitarra; Estela; Nieve de mi vida; Ofelia mía; Las maracas de Neri; Guantánamo; Vi una vez; Que hay que hay; Déjate de bobería;, Sacudiendo mis maracas; El sonero; No trago.

Gerardo Martínez:
Carmela mía; Diana; Recuerdo del pasado; El florero; Elena la cumbanchera; Romántica mujer; Alicia; Rosa que linda eres; El bongo del habanero; Coralia; No me desprecie nena; Recuerdos imperecederos; Dora; Bertha; Gloria a mis claves; Junto al río; Chelín.

Carlos Godínez:
Mujeres que gozan; Trigueña; Que dirán; Alza los pié congo; Tribilín cantores; Cruel desengaño; Romerillo (yerbero bueno); Debajo de la mata; Preludio de Godinez; La diosa; No hay quien pase.
Sabemos que la relación de obras grabadas de estos cuatro compositores no está completa, pero hemos tenido el cuidado de acercarnos lo más posible a ella independientemente que el Sexteto grabó algo más de cien temas, inclusive de otros autores.

También por su nómina rotaron varios soneros bien conocidos y calificados por el pueblo cubano de la época, así podemos mencionar a: José Cheo Jiménez, Miguelito García, Rafael Hernández y Abelardo Barroso, entre otros. Una adquisición más del habanero fue ingresar en el año 1927 al trompetista Enrique Hernández, tomando con ello el nombre de septeto y no sexteto. Un corto período se mantuvo Hernández en la agrupación siendo prontamente sustituido por el joven Félix Chapottín Lage.

En el año 1929 el Septeto Habanero fue contratado por los estudios de la empresa de film Artistas Unidos original de Norteamérica, para participar en la película El puerto del infierno, donde sus artistas principales lo fueron, Lupe Vélez y John Johland y fue filmada en Tampa.

Este Septeto Habanero mantuvo su vigencia exuberante hasta el año 1931, pero se mantuvo activo muchos años más, y es justo reconocer que fue la primera agrupación cubana organizada que se uniformó, montó su repertorio y grabó, para dar a conocer al mundo que el son no moriría nunca.

El Septeto Habanero lleva varias décadas de reorganizado y está cumpliendo sus 90 años de fundado. Esperamos que se hagan eco de tan importante acontecimiento por el bien de la cultura autóctona musical cubana.


Bibliografía:
Aguilar Blanco, Jesús. Ochenta años del son y Soneros en el Caribe. Fondo Editorial Tropykos, Caracas 1992

Agradecimientos:
Lic. Roberto Payera García.
Lic. Belinda de la Caridad Suárez Pesi

sábado, 14 de agosto de 2010

Biografía Personal de Senén Suárez

Transcripción y edición de Eliana Dávila

Abdón Senén Suárez Hernández, nombre que según él su familia lo sacó de los viejos almanaques que venían de España, nació el 30 de julio de 1922 en Manguito, Matanzas, pequeño pueblito con centrales azucareros a su alrededor, como el Central Araujo, el Porfuerza y el Mercedes, entre otros. Hijo de Hilario y Lorenza, familia muy humilde y extremadamente pobre, vivían en una casa con piso de tierra donde la luz eléctrica no existía.

Su padre, un gran hombre, carpintero del Central Araujo, fue barbero, además de realizar otros oficios en las décadas del 20 al 30 para poder sostener a su familia. Muchas veces hacían una sola comida al día.

Senén tenía dos hermanas: Fredy y Elsa. Todos estudiaron, a pesar de los tiempos difíciles del gobierno de Gerardo Machado.

Su madre siempre se las agenciaba para que fueran limpios a la escuela, y cuando llegaba el invierno casi no tenían con qué abrigarse. Recuerda el día que tuvo que abandonar la escuela porque temblaba mucho de frío.

Hilario, su padre, fue un hombre muy alegre y divertido a pesar de la pobreza; le gustaba mucho cantar y aunque no fue un gran poeta repentista, siempre estaba improvisando versos.

El lugar exacto donde nació este gran músico fue en la calle Colón, pueblo de Manguito, de cuatro o cinco cuadras solamente, término municipal de Calimete. Al lado de su casa ensayaba todos los días el conjunto Aurora. Era la época del Septeto Habanero.

Aquellos ensayos influyeron mucho en Senén, y como no tenía otra cosa que hacer, no se perdía ninguno, de tal manera fue aprendiendo todo el repertorio. Ensayaban día a día y tocaban de tres a cuatro veces al año, porque así era en aquellos tiempos.

Recuerda el nombre de todos sus integrantes. Uno de ellos, Sabino Peñalver, se hizo muy amigo de él, y al ver su gran interés por la música, le enseñó a ponerle las cuerdas a un tres pequeñito, que un pariente le vendió por unos centavos. Lo ayudó a encordarlo, afinarlo, y también a tocar bastantes acordes.

Así fue como se fue inclinando por la música. Llegó el momento que aprendió tanto, que en ocasiones lo llevaban a los bailes como segundo trecero y le daban dos o tres pesetas.

Sabino Peñalver, su maestro, tiempo después se hizo famoso en La Habana como el contrabajista de Chapotìn, era el que marcaba el tiempo. Tocó tan bien el contrabajo que fue reconocido por Urfé debido a una excelente interpretación que realizó, pues Sabino se sabía de memoria todos los arreglos difíciles de Lilí Martínez.

Cuenta Senén que en cierta ocasión vinieron unos guajiritos a contratarlo para un baile --él tendría unos diez o doce años--, y cuando preguntó cuántos músicos iban, la respuesta fue que era él solo, el resto ellos lo ponían, refiriéndose al bongó, marímbula, maracas y claves. Habló con su mamá y le respondió que solo no podía ir, por lo que recurrió a un tío que estaba en baja económicamente, quien aceptó en acompañarlo.

Como a las dos de la tarde de un sábado, fueron a buscarlo a la casa. Empezaron a caminar por dentro de la montaña y como a las 10:00 ó 10: 30 toda la gente que estaba en el baile comenzó a gritar «llegó la orquesta», y estaba él solo. Asombrado, preguntó cuál era la orquesta, y le respondieron que era él. Estuvo en apuros porque se trataba de una «tanda», y en el receso se quedó dormido en las piernas de su tío a causa del cansancio. Cuando los bailadores comenzaban a gritar música, música, su tío le decía, ve, lávate la cara para que hagas la otra.

Al final de los años 20 Hilario, el padre de Senén, comenzó a administrar en el tiempo muerto una finca de un primo que estaba enfermo, ubicada entre Jagüey Grande y Manguito, zona que le llamaban La Montaña.

Senén visitaba esta finca los fines de semana porque le gustaba mucho el campo. Sus vacaciones las pasaba completas junto a otros primos que vivían allí. Se trataba de una familia grande. Allí había un sextetico y también un fonógrafo con algunos discos del Septeto Habanero. Pasaban las noches tocando con aquel sexteto y Senén les enseñaba algunas cosas nuevas, pues él estaba al día de lo último que había en la música.

Pasaron los años, y más o menos en 1932, cuando tenía diez años, comenzó a tocar el tres con la orquesta Los Hermanos Valladares. Ellos manejaban todos los instrumentos bastante bien: eran músicos de papel, menos Senén, que se aprendía los danzones con mucha facilidad y hacía la parte que tenía que hacer, con su tres supliendo al piano.

Está orquesta llegó a tener mucho renombre, y cuando tenían una actividad importante llamaban al joven pianista Dámaso Pérez Prado para que tocara el piano, parte que sustituía Senén con el tres. En aquel momento no tenía amistad con Pérez Prado hasta que tiempo después se encontraron en La Habana.

Por los años 30 Senén comenzó a tocar la guitarra y el tres: una guitarra que le prestaban, con las cuerdas a la derecha. Formó un trío y se presentó en la Corte Suprema del Arte en La Habana en 1939 y se llevaron el premio. No pudieron sostenerse como trío porque lo que pagaban era muy poco. Veinte pesos para cada uno; nadie vivía con eso en la capital, por lo que toda la familia tuvo que regresar al campo, menos sus hermanas, que se quedaron trabajando, una haciendo propaganda de la Cerveza Cristal y otra estudiando mecanografía.

A su regreso al campo, fue para el central donde trabajaba su papá, y con la ayuda de un primo se hizo mecánico dental. Comenzó a laborar en su clínica, pero nunca dejó de tocar con el trío en algunas actividades.

Su papá hizo un conjuntico de muchachos. Dada su habilidad como carpintero, confeccionó unos bongoes. Así se hizo, siendo un niño, de un sextetito, y pasado el tiempo, en 1940, viajó nuevamente a La Habana para no irse más.

Los años 40, dice el maestro, fueron muy brillantes para la música cubana y muy difíciles para muchos, entre ellos él, que buscaba nuevos horizontes. En ese tiempo surgieron los conjuntos de Arsenio Rodríguez y el conocido Casino, y también la aparición de un cantante diminuto, bajito, delgadito, con mucha chispa, llamado Orlando Guerra, Cascarita. Fue la sensación de esa época.

Cascarita vino de Camagüey, y empezó a cantar con la Orquesta Casino de la playa en un programa estelar de la CMQ que fue muy famoso. Grabó con la RCA Víctor. Tenía un número de su autoría: Mi Bumbané, que gustó mucho. También incursionó en el cine.

Senén no dejó nunca de componer, siempre estaba trabajando y a la vez actuando. Así llegaron los años 40. Dormía en un carro viejo que siempre estaba en el garaje de un pariente que trabajaba como cuidador. Con mucha fe y con la guitarra en la mano se fue introduciendo poco a poco en ese controvertido mundo de la música.

Conoció por coincidencia en el barrio de Atarés al barbero Luisito Pla, quien un día, mientras lo pelaba, le comentó que le hacía falta un trecero, a lo que Senén le respondió automáticamente que él era trecero. Luisito le propuso hacerle unas pruebas y le dio una dirección para que se presentara a las mismas.

Estaba preparado para este tipo de trabajo y se mantuvo con Luisito Pla tres años. Hicieron una excursión por todo el país con Aidita Artiga y gustaron mucho; al final resultaron ser parientes.

Al regreso decidió separarse de Luisito por contradicciones que tenían ambos y se unió a Tony Tejera y Gerardo Pedroso, en un nuevo trío llamado Caunabó, y por los años 1943 ó 1944 acompañaron a Rosario Durcal, una cantante de la compañía Cabalgata. Con ella trabajaron en la RHC Cadena Azul. En esa misma época formó el Conjunto Colonial junto a Nelo Sosa y Carlos Faxas.

Estando ahí les contrata el puertorriqueño Celso Vega, trompeta y Amado Trinidad le dice de formar un quinteto, nombrándolo el “Quinteto de Celso Vega” con Senén, guitarra prima; Tony, guitarra acompañante, Vallejo, Roberto Valdés, contrabajo y Celso Vega. Ya no contaban con Pedroso. Así se fueron encausando poco a poco.

Celso se fue para Nueva York, y Ñico Saquito, que ya conocía del trabajo, no quiso disolver el quinteto y comenzó a grabar con la RCA Víctor, con el nombre Los Guaracheros de Oriente, grabaciones que Senén no pudo escuchar, pues sólo le decían quedó bien y punto, porque los estudios se alquilaban por tiempo. Las vino a oír en el 2000.

Fueron tiempos muy difíciles, te acostabas perteneciendo a una agrupación y amanecías con otra, pero igualmente fue importante, porque surgieron autores y magníficas obras aprovechadas por la radio. La RHC competía con la CMQ.

Después de toda esta odisea de los 40 llega el año 1948 y Ernesto Grenet, que tenía un conjunto en Tropicana, busca a Senén para que trabaje con él. Fue una de las mejores plazas del momento. Como ya había pasado muchas dificultades y no veía asomo de mejoras se une a Grenet. Se reencuentra con Vallejo y conoce a Estanislao Sureda Hernández, Laíto. Aquí empieza a cambiar la vida de este gran músico, aquí comenzó a aprender lo que era un conjunto.

Tropicana fue una prueba muy importante para él. Conoció a grandes valores internacionales, y Grenet fue un magnífico director. Le enseñó muchísimo, era muy exigente y a la vez muy buen director. Si uno se enfermaba y él comprobaba que en realidad era cierto, le pagaba el día aunque no lo trabajara.

Estas cosas las fue aprendiendo Senén de Grenet, con el que trabajó de 1948 a 1950; juntos grabaron infinidades de números cantando Vallejo los boleros, Laíto las guarachas y Senén haciendo la voz de segunda.
Viajaron a Venezuela, y al regreso, como ya no estaban en Tropicana, Grenet le comenta que no va a seguir en la música, que era propietario de una tintorería a la que se iba a dedicar, y le deja el conjunto.

Comenzaron a ensayar: Panchito Bejerano en el bongó, Raúl Fundora (nuevo en el conjunto), Laíto Sureda, voz, Juanito Blachova, piano, Raimat, bajo, Alfonso Fleitas, Oscar Martínez y Joseíto Betancourt, la trompeta, y Palau en la tumbadora. Se aumenta el conjunto de nueve miembros a diez.

Estando con Grenet, Laíto y Vallejo acompañaron a Rita Montaner haciéndole coros. Rita les enseñaba en su casa cómo quería los mismos. También compartieron escenario con figuras como Arsenio, Paulina, Vallejo y Libertad Lamarque.

Senén junto a Grenet aprendió el arte de dirigir; es difícil acoplar todos los sentimientos de los músicos, que pueden ser volubles. Aprendió también lo que es la disciplina y el respeto al público. Grenet se destacó como un gran músico, y aunque como compositor no fue muy prolífero, sí algunos de sus números, como su gran creación Drume negrita.

El grupo debuta el 14 de diciembre de 1950 en el Río Club, un cabaret que estaba en las márgenes del río Almendares. Su director artístico era Eddy Léster. A los dos meses de estar trabajando allí se da cuenta de que no le daban mucha publicidad al cabaret. La dirección de Tropicana visitó el lugar y vio al antiguo Conjunto de Grenet, que gustaba mucho en Tropicana, y que ahora llevaba el nombre de Conjunto de Senén Suárez, y le propuso regresar.

Como Senén ya comprendía que Río Club iba hacia el fracaso, porque no se le hizo propaganda alguna, acepta, y a los dos meses aproximadamente debutan en Tropicana. Tuvo un gran éxito porque el grupo había ensayado con rigor.

Fleitas en la trompeta era maravilloso, estaba muy bien inspirado, y Blachova en el piano era lo máximo.

En el 1952 se acercó Jesús Goris, Puchito, a Senén y le preguntó si quería grabar. Ya lo había hecho con Grenet, pero no con esta nueva agrupación que llevaba su nombre. Aceptó la propuesta pero el único inconveniente era que no había dinero: entraron en negociación. Al final todos los músicos decidieron grabar pagándole al conjunto dos centavos por cada disco que se vendiera.

En la calle Estévez No. 4, en una estación vieja que se llamaba CMCJ, el conjunto grabó sus dos primeros números: Guaguancó callejero, que lo cantaban Laíto, Senén y Fundora, y por la otra cara del disco el bolero Yo te perdono, interpretado por Senén y Laíto.

Este número gustó tanto, que en cierta ocasión Arsenio Rodríguez lo interceptó en Radio Progreso y le preguntó si él era blanco o negro, porque había oído en Nueva York la grabación del Guaguancó callejero y había quedado muy bueno, señal que ya estaba caminando.

Al final el pago de Goris no fue de centavos, sino de $200 pesos, y se quedó con el resto para no estar sacando cuentas: fue su propuesta. Senén y sus músicos no pusieron objeción y siguieron grabando con él.

El conjunto tuvo mucho éxito en Tropicana: se tocaba de todo. Comenzaron a hacer televisión y radio. Trabajaron en Radio Salas, cuyo tema fue de ellos, y también en la RHC Cadena Azul.

Senén pagaba los arreglos a las editoras que se dedicaban a este trabajo, a cinco, cuatro, tres y hasta dos pesos, y el repertorio siempre estaba al día. En Tropicana le mandaron a poner cuatro violines y una flauta: llegaron a ser quince músicos. En una ocasión Rafael Ortega, esposo de Paulina Álvarez, notó que había problemas en los violines, y cuando Senén fue a dar una idea, pues tenía mucha facilidad para montar voces, Ortega le requirió diciéndole que no opinara, pues él no sabía música, pero como Senén era el director, le dijo que sí, que estaba en lo cierto, pero le recordó que él era el director y que si lo deseaba recogía el violín y se marchaba. Al final el conflicto se resolvió.

Esta situación no lo dejó dormir. A partir de ese momento comenzó a estudiar solfeo de siete a ocho horas diarias; se convirtió en una obsesión. Después estudió armonía. Sus maestros fueron Francisco Bocalandro, Cuesta y Marín. Se esforzó todo lo que pudo, y al cabo de seis o siete meses de estar estudiando música todos los arreglos que se tocaban en la orquesta eran de Senén. Ya tenía unos treinta años y estaba casado.

En 1953 estos estudios le vinieron muy bien porque hubo un auge del cha cha cha y la dirección de Tropicana le exigió interpretarlo con su conjunto de son, tarea algo complicada para un músico empírico como él, pero como la música la llevaba bien adentro, venció el reto.

En ese período la orquesta realizó muchos trabajos, y grabaron para la Víctor y para varias compañías de discos. En el mismo año 1953 Laíto se fue para la Sonora y entró a la orquesta Planas, Miguel Hernández y Tony Smith. Paulina Álvarez estuvo con Senén como dos años.




En 1958 la situación económica y social se agravaba y la orquesta Riverside, agrupación suplente de Tropicana de las Orquesta de Armando Romeu y de la del propio Senén, estaba amenazando disolverse y le ofrecieron a Senén que pasara a suplir por este motivo. Decidió hablar con sus músicos, quienes no estuvieron de acuerdo con la propuesta, pues llevaban muchos años fijos para pasar a esa otra categoría. Escogieron una decisión valiente y no aceptaron, por tal motivo el conjunto quedó en la calle y sin trabajo

A los cuatro o cinco meses no había baile, no había nada, cada cual tomó su rumbo, y ante esta situación Senén decidió formar un cuarteto con Edelia Ferrer, Paquito Echevarría, Franka, el flaco Nelson y él con la guitarra eléctrica. Se fueron para Sans Souci a tocar en el bar.

Los trabajos no eran muy estables, duraban a lo sumo de uno a dos meses. Después pasaron al Hotel Deauville y Hotel St. Johns, entre otros. Estando en el St. Johns, triunfa la Revolución y comienzan en el Club La Red con Laíto de cantante.

Estando en La Red entró Portillo Scull, año 1959 a 1960. Entre Portillo y Laíto se tocaba la tumbadora, pues no había plaza, eran sólo cuatro. Portillo cantaba boleros; tenía una voz fresca, muy grave y la dominaba muy bien.

En La Red estuvieron trabajando un tiempo y después pasaron al Salón Rojo del Hotel Capri. Estando ahí se ausentaron para grabar un longplay con Portillo. Se aumenta el combo con Varona, Armandito Armenteros, el Indio, un saxofonista que no recuerda su nombre, el flaco Felipe en la batería y Mendoza en el piano. Las grabaciones quedaron excelentes. Una vez que terminaron de grabar, retornaron al Hotel Capri, pero sólo les aceptaban cuatro músicos, por lo que volvieron a ese formato.

El Salón Rojo era muy grande y el combo se veía pequeño, por lo que Senén se acerca a la dirección para ampliar la plantilla. Lo primero fue un tumbador para liberar a Portillo, y un pailero, que además tocaba la batería, y con esto cuenta Senén. Ya el combo estaba redondeado.

Hubo un hecho que marcó toda su vida artística y la de Portillo en el Salón Rojo: la cantidad de público que asistía a cada presentación para escuchar a Portillo cantar y a Senén hacer sus solos de guitarra. Portillo gustaba mucho, pero como no podía seguir cantando tres tandas de cuarenta y cinco minutos, Senén decide hacer solos de guitarra que posteriormente dieron lugar al surgimiento de los instrumentales en el grupo, como Un mundo para amar, La muchacha de la valija, Ser, entre otros.

Recuerda que diez o quince minutos antes de entrar al Salón, el público aplaudía según iban entrando; parecía un teatro.

En cierta ocasión le comentó a Portillo que estaba preocupado, pues el público cuando ellos estaban tocando no bailaba. En esos momentos alternaban con Pedro Justiz, César Sánchez, Carlos Farsa, Tico Álvarez, que llenaban la pista. Senén le propone a Portillo que cuando él estuviera con un instrumental preguntara a los asistentes por qué no se bailaba, para cambiar el repertorio, y la respuesta fue que cuando tocaba el combo simplemente estaban deleitándose con la música que escuchaban. Esto duró aproximadamente hasta 1966.

Laíto entra al grupo y le comenta a Senén que los bailables en la calle se estaban pagando bien y decidieron dejar el cabaret. Portillo tuvo un accidente en un brazo y no quiso seguir porque había que viajar por todo el país. Entró por él Reinaldo Vázquez.

En 1967 le hablan a Senén para participar en la EXPO 67 y realizar en barco el viaje Habana–Montreal, y así lo hicieron. Se prepararon y a mediados de año partieron hacia Montreal. En Montreal tocaron poco, debido al mal tiempo. Se incorporaron tarde, además les dijeron que debían pagar la entrada porque tenían pasaporte de turismo.

Ya en la Expo les orientaron que sacaran los instrumentos para un portal que había en la Feria y comenzaran a tocar ahí. Hubo muchos periodistas interesados en hacer preguntas a aquel grupo cubano que interpretaba La Guantanamera, cantada por Laíto con toda su alma.

Cuando terminaron llegaron dos policías y les dijeron que no podían seguir tocando. Recuerda que les decían no hablamos inglés, no entendemos, y ellos seguían tocando, porque había muchas personas disfrutando la presentación.

Finalmente guardaron sus instrumentos, les pagaron y se fueron para el local donde estaban alquilados. Se acostaron con las maletas listas para el regreso. A las dos de la madrugada llamaron a Senén para comunicarle que no se podían ir porque habían tenido mucha aceptación. A los músicos la idea no les fue nada agradable, pero aceptaron y estuvieron tres meses, hasta que llegó el relevo: Ramón Veloz y su grupo.


Llegaron a Cuba con algo que no conocían, la fama, esa que según Senén es como una mata de rosas: finas, lindas y con espinas, algo fugaz, que llega y que posiblemente no se alcance nunca, pero que cuando se alcanza no se tiene toda la vida, sólo por un tiempo. Como dice un dicho popular: «un rato para cada amor». Se es un tiempo famoso y después te quedas como una persona o grupo recordado, a veces menos conocido, y hasta olvidado, esa es la fama.

En 1969 el combo se desintegró, cada quien escogió diferente destino. Senén volvió a formar otra agrupación con distintos músicos. Muchas de sus obras fueron grabadas en Cuba y fuera de ella: Venezuela, Colombia, Nueva York, México.

Entre las agrupaciones y cantantes que lo han grabado están La Sonora Matancera, Celia Cruz, Nelson Pinedo, Carlos Argentino, Celio González y Bienvenido Granda.

Hay dos obras preferidas para el maestro: Eres sensacional, dedicada a su esposa, y Una equivocación, que escribió en los años 40. Pudo haber dedicado su vida a ser compositor porque tenía vocación para seguir esa línea. Nunca lo fue por encargo, todas sus composiciones tienen un motivo.

Fue el primero en grabar Adelí, Adelá de René H. Marrero, interpretó con Portillo Scull Canta lo sentimental y contribuyó a popularizar con los Guaracheros de Oriente Alborada, número de Celia Romero, cantado por el inmenso Orlando Vallejo.

Del resto de su música hay muchas conocidas y populares, como La esquina del movimiento, interpretada por Nelson Pinedo; Vayan vayende, Sandunguéate, Reina rumba, La sopa en botella, por Celia Cruz, y Soy campesino, por Benny Moré.

Esta última obra primero la llevó Senén a Roberto Faz, y la montó, pero al parecer no gustó mucho; más tarde se la entrega a Beny Moré, a quien un día se la cantó con su guitarra. En esa ocasión le preguntó al Benny por qué había cantado Lajas tan alto, y su respuesta fue que de esa forma siempre lo iban a recordar.

Varios días después, pasando por el Mercado Único, oye en una vitrola el final del número Soy campesino cantado por el Benny. Se acercó y volvió a echar una moneda y, en efecto, era la pieza Soy campesino. Se quedó admirado, pues sólo se la cantó una vez. Así comenzó la amistad con este gran cantante que el pueblo llamó «El Bárbaro del Ritmo».

La canción El león también fue un número muy popular, de gran aceptación.

Senén tuvo la dicha de conocer a grandes figuras: Arsenio, Celia Cruz, Nelo Sosa, Laíto, Cheo Marqueti, Joseíto Fernández, Carlos Embale, Cheo Junco, Tito Gómez, Roberto Faz, cantante muy popular este último, el cual dio curso e impulsó el feeling en la música popular bailable. Ejemplo: Quiéreme y verás, de José A. Méndez.

En 1970 graba con el nuevo grupo y en 1978 viaja a Angola, la antigua URSS, Nicaragua, Granada y Guinea. Casi siempre los viajes se hicieron en espera de un nuevo año, con la presencia del personal cubano que estaba laborando en estos países.


El período entre 1980 y 1982 fue difícil para la agrupación; ya contaban con dos trombones, que no eran ni pequeños ni grandes, pero con una calidad indiscutible. Trabajaban para el turismo en las Playas del Este de Cuba.

Después salieron a dar actividades en la calle, en lugares que nadie conocía ni siquiera por sus nombres, porque ya las mejores plazas las tenían las agrupaciones que estaban en el hit, y Senén y su grupo andaban de aquí para allá dando tumbos.

Recuerda las polémicas en los tiempos que tenía el combo y hacía los solos de guitarra. Las discusiones eran al rojo vivo, muchas veces entre estudiantes y profesores de música que decían que él no era académico, que no tenía estilo, que no había estudiado la guitarra correctamente, y estaban en lo cierto. Pero la verdad más grande y la más importante era que al pueblo y la gente que lo escuchaba, le gustaba lo que él interpretaba y en la forma que lo hacía, sobre todo sus instrumentales.

Grabó discos en el ICRT con sonido mono, sistema antiguo de grabación, picando el disco. No tuvo la suerte de tener buena reproducción de lo que se hacía, ni tenía una guitarra del otro mundo.

En 1985-1986 la Aragón le pide al flautista de su agrupación, René Lorente, porque conocía todo el repertorio de esta orquesta; no tuvo objeción, y entonces agregó al combo dos trombones. Pero como ya se sentía los años, se retira en 1988 y empieza a buscar en qué invertir su tiempo

Laíto se jubila también después de treinta y cinco años de labor junto a él, pero pasado el tiempo le habla para continuar trabajando, pues tenía un negocio en Colombia, pero Senén no estuvo interesado. Después estuvieron distanciados por largo tiempo.

Cierto día le mandó a pedir unos números para grabar. Senén le hizo los arreglos y se los entregó, lo que provocó que reanudaran la prolongada relación de amistad.

Desde que se jubiló no ha tocado más la guitarra; le gustaba mucho la eléctrica, aunque aprendió con guitarra española. Al salir de Tropicana estuvo como seis meses aprendiendo a sacarle sonidos a la eléctrica.

Decidió dedicarse a escribir. Se empeñó en buscar datos y fotos por largo tiempo y escribió el libro La raíces del son, para el cual recopiló ciento cinco grabaciones originales. Se dificultaba su edición, hasta que un día un señor, Jordy Pujoll, de la compañía Tumbao Clasic Records, le propuso realizar el trabajo mejorando la discografía; la amplió y la situó en tiempo, y finalmente logró ver el trabajo de casi siete años realizado.

Ya retirado, Ry Cooder, el hombre que revitalizó la música cubana de nuevo y formó el Buenavista Social Club, habló con él para que volviera a tocar su guitarra y hacer un CD. Se entrevistaron en la Egrem. Lo describe como una persona muy sencilla, de buen carácter; no hablaba español, pero tenía su traductora. En esa entrevístale maestro le explica que se sentía muy honrado con su ofrecimiento, pero que ya llevaba muchos años sin tocar la guitarra y no se encontraba en condiciones para prepararse en un mes y medio, como era la propuesta.

Senén siempre ha sabido dónde está la verdad en la música, don que le dio la naturaleza. Muchas veces cuando escucha a algunas agrupaciones, piensa: la idea es buena, suenan bien, pero no están en la verdad, están contra algo imposible, la música cubana.

Decide, con la calma de lo ya vivido, comenzar a escribir todas las experiencias transcurridas durante su vida musical, de las cuales hoy ya podemos leer casi 200 artículos publicados en el sitio de la cultura cubana Cubarte.

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