sábado, 30 de julio de 2011

Senén Suárez, mi abuelo

Recuerdo cuando vivía en Cuba, que desde niño ejercía de co-piloto a cualquier movimiento que ejecutara mi abuelo. Caerle atrás para que me enseñara a tocar guitarra era mi más ferviente deseo, ya que quería ser como él.

Mi abuelo parecía no mostrar interés en enseñarme, al menos eso pensaba yo. Me esforzaba por tener vencidos cada vez más rápido los ejercicios que me ponía y cuando no estaban lo suficientemente aprendidos me decía, "No me vengas a pedir otro hasta que hagas bien éste, repítelo otras 300 veces", pero aunque para ese tiempo yo no lo notara por mi edad, él de alguna forma me motivaba a vencer cada ejercicio y a ser mejor. En aquel tiempo pude disfrutarlo mucho, porque vivíamos juntos.

Después nos mudamos a Marianao y sólo podía verlo los fines de semana, cada viernes había que llevarme sí o sí a casa de mi abuelo con mi guitarra, porque me iba la vida en ello. También he de confesar, que cada domingo lloraba al regresar a mi casa pero me consolaba la esperanza de que en cinco días, volvería a estar a su lado.

En estos fines de semana, me enseñaba uno o dos temas y siempre me hablaba de sus anécdotas llenas de aprendizajes, que fueron como un libro abierto, porque a medida que pasaron los años las fui interpretando diferente.

Cada vez que nos veíamos le contaba detalles de mis últimas presentaciones y él se encargaba de corregirme musicalmente y en actitud, ya que de bajarme los humos, de eso siempre se encargaría mi mamá.

Mi repertorio de niño era todo tradicional, a mi abuelo le encantaba hacerme la segunda voz, delirio que me legó y ya después nos hacíamos las voces mutuamente. 

En esos fines de semana, si venía una visita a casa de mi abuelo, me decía: "saca la guitarra y canta tal tema, a ver si se acuerda de esto". Hubo una temporada por los 90, que Laito Zureda iba todos los domingos en la mañana, el motivo central de esas visitas, además de compartir anécdotas con mi abuelo, era descargar en el portal con la guitarra. En ese momento estaban los dos acabados de jubilarse, recuerdo con mucho agrado la relación que tenían y ahora me doy cuenta que ese lazo que les unía era un lazo de hermandad.

Ya más grande, de las visitas y momentos con mi abuelo, puedo resaltar las conversaciones en el portal, dándonos sillón y cogiendo un poco de aire fresco. En uno de esos momentos le dije que iba dejar la universidad por la música, todos en la familia sabían que yo había entrado en la universidad con el interés de cantar en la coral de la Universidad de La Habana y mi abuelo y mi papá fueron los únicos que lo entendieron y me apoyaron en aquel momento. Aunque al final pudo más otras fuerzas y terminé la carrera que había elegido estudiar.

Siento que el tiempo que pasé en Cuba junto a él, ha sido una de las partes más importantes de mi vida, todavía cuando lo visito lo disfruto al máximo, de vez en cuando le escribo o lo llamo para que me haga la historia de alguien o de una canción, es fascinante la cantidad de información musical que tiene guardada, es como una preciada grabadora viviente de los mejores momentos de la música cubana.

Creo que no he reparado en esfuerzos por hacer sentir a mi abuelo como se merece, ya sea cantando o grabando sus composiciones. Nunca será suficiente lo que hago, para sentir que de alguna forma he saldado mínimamente la deuda de amor y agradecimiento que tengo con él. Y desde ésta lejanía, pero a su vez a través de ese lazo eterno que nos une y que nunca nos separará, quiero enviar todo mi amor y mis más sinceras felicitaciones a mi abuelo Senén Suárez. 

¡Que viva la vida abuelo amado!. 
Un beso grande de su nieto que lo adora.

Igor Tillan Suárez.

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